Se fueron a trabajar a Japón con los ojos cerrados. Lo que tenían en la cabeza, más que nada, “era un país de moda, famoso por la calidad y la diversidad de la ropa y una economía sólida y de buena reputación…” A Hu Ju Hua y Duan Yan Hong, dos costureras y madres de familia, ni siquiera se les ocurrió abordar la cuestión de los sueldos frente a su futuro patrón cuando este último vino a reclutarlas directamente a la ciudad de Huang Chu, en la región de Hupei, en el sur de China. Era una oportunidad espléndida y ellas no hablaban el suficiente japonés como para meterse en un tema que él no había mencionado durante la entrevista.
En diciembre de 2005, junto con otros cuatro colegas, entraron en una empresa de confección en la ciudad de Yamanashi, dos horas al sudoeste de Tokio, para trabajar como “aprendices”. Este (...)