El dolor era intenso, el calor lo aturdía, el hedor a cañería, carroña, podredumbre vegetal –tufos que se amontonaban sin fusionarse en esa atmósfera cerrada– le daba ganas de vomitar y no veía nada, solo la oscuridad de abajo, donde sus pies se hundían en el cieno, y la oscuridad de arriba. Una luz resplandeció brevemente por encima de él y una voz balbuceó:
–¡No… no hay cobertura aquí!
Paul echó la cabeza hacia atrás para responder:
–Entonces muévete, Simon, ve más lejos, encuentra un sitio donde puedas llamar… Me duele…
–No puedo dejarte… dejarte solo en el fondo… en el fondo de ese agujero, Paul. Voy a tratar de bajar…
–¡No! Borracho como estás, te vas a descalabrar tú también, resbala mucho y además no podrás subirme… He debido romperme algo, joder, joder, mi pierna, me duele…
–No es p… prudente que me aleje…