“¡Zona Franca: todo lo mejor que ofrece el mundo en un único lugar!”. La frase, anunciada por una voz nasal, resuena en ambas orillas del estrecho de Magallanes. En ese paraje barrido por vientos con fama de provocar locura, las ondas sonoras se introducen en todos los hogares: “¡Más de nueve millones de clientes, 300 millones de dólares de volumen de negocio este año, visítenos!”. Entre dos jingles, la radio desgrana sus eslóganes publicitarios. Todos elogian el mismo lugar: la Zona Franca, esa vasta extensión de centros comerciales erigidos en las orillas del Estrecho, en la ubicación exacta de la “punta de arena” que dio su nombre a la gran ciudad del sur de la Patagonia chilena, Punta Arenas.
Este puerto conoció su época gloriosa a comienzos del siglo XX, antes de la construcción del canal de Panamá. Entonces era un punto de paso obligado para los barcos que unían los (...)