En el seno de las instituciones europeas, la tensión entre la lógica federal –encarnada por el Parlamento Europeo, la Comisión y el Tribunal de Justicia, sin hablar del caso específico del Banco Central Europeo (BCE)– y la lógica intergubernamental, que expresa el Consejo, no es una anomalía de funcionamiento. Al contrario, es estructural, y deseada por los tratados. Pero el punto de equilibrio entre las dinámicas conflictivas de estas dos lógicas varía según los ámbitos. Este punto tampoco está fijo en el tiempo: el cursor ha podido desplazarse eventualmente en uno u otro sentido, en función del contexto internacional.
Más allá de estas idas y venidas, la estabilidad de la Unión Europea (UE), como sistema global, se ha apoyado hasta ahora en la adhesión de sus diferentes actores a una jerarquía de las normas en cuya cúspide figuran la competencia, el libre comercio y la primacía de las finanzas simbolizada por (...)