En la sustancia del discurso político de uso interno de todos los países europeos, y más allá de las declaraciones convencionales o de las invocaciones, Europa está espectacularmente ausente. En Francia, excepción parcial a esa regla, hubiera podido esperarse que la campaña para las elecciones presidenciales y legislativas se inscribiera en la continuidad de la del referéndum del 29 de mayo de 2005 sobre el Tratado Constitucional Europeo (TCE), durante la cual los temas fundamentales de la Unión Europea (UE) fueron objeto de un debate nacional de riqueza y de vigor sin precedentes. Pero nada de eso ocurre.
Sin embargo, como en todos los otros Estados de la UE, entre los dos tercios y los tres cuartos de los actos jurídicos que rigen la vida de los ciudadanos no provienen de iniciativas del Gobierno ni del Parlamento, sino que derivan directamente del derecho europeo, que a su vez –es cierto– es (...)