Los ejes chirrían, los tubos de escape raspan contra el asfalto, y muchos portaequipajes cargan montañas de objetos cubiertos por lonas azules o verdes. ¿Qué se oculta debajo de ellas? “Neveras, bicicletas, lavadoras, escaleras, carretillas, infinidad de objetos comprados en los mercadillos y rastros y que los europeos tiran en cuanto dejan de funcionar bien, pero que nosotros solemos reparar”, explica alegre Samia, una joven economista de Agadir, que regresa de su viaje de boda en Europa. “Para nosotros –prosigue su esposo– que somos marroquíes de Marruecos, es algo prestigioso tener un familiar que trabaja en Francia. Cuando llega con su coche cargado frente a nuestra casa, en el pueblo, nos sentimos orgullosos ante los vecinos”.
El miércoles 4 de julio, día de partida masiva, desde el amanecer coches y camionetas están bien alineados en el amplio estacionamiento del puerto de Sète. Con matrículas francesas, belgas, holandesas, italianas o alemanas, todos (...)