Antes de la era de los antibióticos, la tuberculosis constituía la primera causa de mortalidad penitenciaria en muchos países. Así, a mediados del siglo XIX, la «consunción» era considerada responsable del 80% de los decesos en las cárceles de Estados Unidos. Aún hoy, los prisioneros están expuestos a un riesgo muy superior al del resto de la población. En la mayoría de los países, tasas de contaminación de cinco a diez veces más altas que el promedio nacional son cosa corriente, mientras que dentro de las prisiones un brote epidémico puede decuplicar rápidamente esta diferencia.
¿Podría decirse, entonces, que no hay nada nuevo bajo el sol? Muy al contrario, muchas cosas han cambiado. En nuestra economía globalizada, se han transformado los comportamientos individuales y colectivos y se se han multiplicado los intercambios de mercaderías y los desplazamientos de personas, lo cual ha tenido consecuencias en las enfermedades en general, y en (...)