La ceremonia del té entre los refugiados sáharauis a los que Marruecos les arrebató sus tierras hace 27 años, explicaría el trágico destino de este pueblo. Reunidos en sus jaimas, no beben una sola taza sino tres vasos muy pequeños, uno detrás de otro, de distinta calidad. El primero es amargo como la vida; el segundo es fuerte como el amor, y el tercero dulce y suave como la muerte. ¿Acaso no es así su existencia desde el nacimiento?
Muchos viejos murieron en la guerra. Otros, huyeron o se dispersaron para buscarse la vida en Argelia o Mauritania. Los mas jóvenes en cambio nacieron en estos campos con la amargura del primer vaso de té, y se hicieron fuertes con el segundo vaso –porque de lo contrario no sobreviven– y cuando vean acercarse la última infusión será para saborear la dulzura de la muerte. El fin de su existencia nunca podrá (...)