En un paisaje de ciudad nueva en Viena, la capital austríaca, entre el Danubio, un intercambiador de autopista y el metro aéreo, está la sede de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA). En el corazón de este conjunto monumental de 4.500 oficinas rodeado de alambradas de púas, la losa desértica del complejo de las Naciones Unidas alberga una conferencia sobre la seguridad nuclear después de la catástrofe ocurrida en Fukushima en marzo de 2011. Vehículos diplomáticos estacionan frente a la entrada, por la que desaparecen racimos de dignatarios, que luego se sumergen discretamente en los subsuelos, por las escaleras mecánicas en cascada.
El diplomático japonés Yukiya Amano, director general de la AIEA desde 2009, se dirige desde la tribuna a una platea de delegados de los 153 países miembros. Ministros, representantes de agencias nacionales de la industria nuclear, industriales del átomo y expertos en radioprotección están preocupados por el (...)