Egipto, 1166 antes de Jesucristo. En el poblado Deir el-Medineh, tras reiterados retrasos en la entrega de su paga, un centenar de trabajadores –albañiles, artesanos, canteros, pintores, escultores– deciden paralizar sus actividades como medio de presión. Para ellos y sus familias, reclaman pan, pescado y hortalizas, al grito de: “¡Tenemos hambre!”. Inician lo que puede considerarse como la primera huelga de la historia.
España, agosto de 1917. Obreros industriales y mineros paralizan pueblos y ciudades. En el “Manifiesto” de esta gran huelga general revolucionaria, según se hace saber a la opinión pública, se identifica la huelga como “el arma más poderosa que posee el proletariado español para reivindicar sus derechos”.
Entre estos dos hechos históricos transcurren más de tres mil años. Pero en ambos acontecimientos podemos identificar una serie de elementos comunes: sentimiento de pertenencia a un colectivo que se organiza para luchar por la defensa de sus intereses, asunción del riesgo (...)