Situado entre un banco y una tienda de ropa, el restaurante Subway de la Puerta de Orleans, en París, está lleno este lunes de julio. Una decena de personas –un hombre apresurado, un grupo de adolescentes, una madre con sus hijos...– esperan ante el mostrador. Una joven pide un “‘Sub 30’ [bocadillo de 30 centímetros] con pavo, queso, tomate, pepinillos y salsa barbacoa”, mientras que su compañero elige un producto especial de la casa, el “Subway Melt”. En menos de quince minutos terminan de comer y abandonan el restaurante. El sitio –exiguo y agobiante en ese día de canícula–, el murmullo permanente, la música tecno de fondo y la iluminación de neón no dan muchas ganas de quedarse mucho tiempo.
Al ir por la avenida General Leclerc, después de pasar un Buffalo Grill, otro Subway, un McDonald’s y un Burger King, damos con el amplio ventanal y con el logo con (...)