“Cuando hemos superado pruebas aparentemente insuperables; cuando nos han dicho que no estábamos listos, o que no había que intentar hacer algo, o que no podíamos, generaciones de estadounidenses respondieron con un simple credo que resume el espíritu de un pueblo.
Sí, podemos.
Este credo estaba inscrito en los documentos fundadores que declararon el destino de un país.
Sí, podemos.
Fue murmurado por los esclavos y los abolicionistas, abriendo un camino de luz hacia la libertad en la más tenebrosa de las noches.
Sí, podemos.
Fue cantado por los inmigrantes que dejaban lejanas costas y por los pioneros que avanzaban hacia el Oeste a pesar de una naturaleza despiadada.
Sí, podemos.
Fue el grito de los obreros que se sindicalizaban; de las mujeres que luchaban por el derecho a votar; de un presidente que hizo de la Luna nuestra nueva frontera; y de un rey que nos condujo a la cima de la montaña y nos mostró el (...)