El periodo de perturbaciones financieras y sociales que estamos viviendo revela muchas carencias y frustraciones. Puede decirse, como los propios dirigentes conservadores lo reconocen, que el sistema capitalista está registrando una falla de extraordinaria intensidad. Podría hablarse incluso de fracaso histórico. Treinta y cinco mil muertes diarias por hambre y un sistema financiero internacional al borde de la quiebra generalizada serían suficientes argumentos para mantener esa afirmación.
Pero, al mismo tiempo, es imposible dejar de reconocer que se ha producido un fracaso paralelo de las organizaciones de la izquierda tradicional y de los movimientos alternativos a la hora de impedir que esa crisis del sistema se haya resuelto con un avance sustancial hacia la superación del capitalismo y hacia el mayor empoderamiento (empowerment) de las clases trabajadoras y, en general, de la población que sufre.
Es cierto que este fracaso tiene su origen en una contundente ofensiva previa de las fuerzas del (...)