Como el vuelo de gerifaltes
Se reconoce a la gente importante por sus hábitos aéreos: en lugar de las lujosas primeras clases de las compañías clásicas, prefieren la exclusividad de los jets privados, que destruyen el medio ambiente con mayor rapidez aún (The Economist, 9 de marzo).
El éxito de los jets privados seguramente sea una buena noticia para los peces gordos que se apresuran de reunión en reunión. Pero no lo es para el medio ambiente. El Banco Mundial calcula que cada uno de los pasajeros de primera clase y de clase business de un avión a reacción de fuselaje estrecho produce ya entre 2,5 y 6 veces más emisiones de dióxido de carbono que el pequeño don nadie embutido con calzador en los asientos baratos. Evidentemente, los jets privados son peores. El pasajero de uno de esos aviones medio vacíos contamina en torno a cinco veces más que el (...)