Es 24 de agosto de 2013 y un viento helado lacera los rostros. Divididas en cuatro “brigadas”, ciento ocho familias vuelven a ocupar la colonia Naranjito, de donde las fuerzas de seguridad ya los han expulsado en cuatro ocasiones. Bajo un refugio, se levantan unas carpas precarias, en medio de bolsas y paquetes. “A partir de mañana, sembraremos cultivos de subsistencia”, anuncia el dirigente Jorge Mercado, con una seguridad que no termina de sentir del todo. La fuerza del recuerdo lo arrastra como una ola. La última expulsión fue especialmente violenta: “Los policías quemaron 184 barracones. Robaron los animales, los pollos y mataron a los cerdos”.
En 1967, el dictador Alfredo Stroessner regaló este terreno a un alemán, Erich Vendri. Sus hijos, Reiner y Margarita, lo “heredaron”. Pero siguió perteneciendo al Estado. “Verificamos en las instituciones lo que es legal, lo que fue mal adquirido –detalla Mercado–. Tenemos años de experiencia (...)