Los caminos de la vida son inextricables; uno ignora dónde se mete y desconoce en qué mundo irrumpirá. El caso del biólogo gallego Carlos Velo es ejemplar. Un buen día, el director del Museo de Ciencias Naturales de Madrid donde trabajaba, le llama para rogarle que le resuelva un compromiso que tiene con su amigo Luis Buñuel: enviarle a París unas hormigas para la película que estaba filmando. No es que en Francia escaseen los insectos, pero a Buñuel las hormigas francesas se le antojaban muy lentas. Quería hormigas rojas del Guadarrama, más veloces y excitables. Carlos Velo consiguió una colonia de Formicas del grupo rufa en la Sierra, y su jefe se las remitió a su amigo de París. Esos bichos se volvieron famosos: pueden verse en el cortometraje surrealista Un Perro andaluz, realizado por Luis Buñuel y Salvador Dalí en 1928.
Tras la peripecia entomológica, Carlos Velo abandonó la (...)