El Gobierno de Bagdad se planteo el 30 de noviembre de 2013, más de diez años después de la caída del régimen de Sadam Hussein, la cuestión de “¿cómo detener a un kamikaze?”. Frente a los atentados homicidas cotidianos, el aparato de seguridad iraquí organizó un seminario para ayudar a los propietarios de los cafés. Contratar un guardia privado, reducir la cantidad de entradas: un centenar de comerciantes bagdadíes escucharon los consejos dados por policías poco convincentes, por no decir impotentes. El país entero sufre los atentados y los ataques que han costado la vida a más de seis mil personas en 2013.
Resulta ineludible constatar que el Gobierno, al no conseguir erradicar la violencia, trata de convivir con ella. “Siempre pasa lo mismo. Cuando explota una bomba en un mercado, la policía y el Ejército imponen un toque de queda en el área, ¡pero siempre llegan después! El Gobierno juega (...)