El Consejo Europeo que tuvo lugar en Bruselas los días 8 y 9 de diciembre de 2011 se anunciaba como la “Cumbre de la última oportunidad” para la supervivencia del euro, e incluso de la Unión Europea (UE). Al igual que las precedentes, esta Cumbre movilizó a cientos de personas –presidentes, primeros ministros, ministros, consejeros, etc.– pero fue objeto de una dramatización mediática y política excepcional.
¿A quién iba dirigida esa espectacular puesta en escena? ¿A los ciudadanos de Europa? En absoluto. El público destinatario era, al mismo tiempo, infinitamente más limitado en número y mucho más internacional: es el que se oculta detrás de la expresión “los mercados financieros”. A saber, a nivel planetario, los administradores de fondos de pensión, de fondos especulativos, de fondos soberanos y de tesorerías de empresas; los banqueros, las agencias de calificación, etc. En total, menos espectadores sin duda que los actores del teatro bruselense. (...)