“Hasta ahora, los filósofos no han hecho más que interpretar el mundo; se trata de cambiarlo”. Los dos enunciados de esta célebre tesis del filósofo alemán Ludwich Feuerbach inspiraron a los historiadores marxistas. La mayoría de los intelectuales que se adhirieron al marxismo a partir de la década de los ochenta del siglo XIX –entre ellos los historiadores marxistas– lo hicieron porque querían cambiar el mundo, junto con los movimientos obreros y socialistas; movimientos que se convertirían, en gran parte bajo la influencia del marxismo, en fuerzas políticas de masas. Esa cooperación orientó naturalmente a los historiadores que querían cambiar el mundo hacia ciertos campos de estudio –fundamentalmente, la historia del pueblo o de la población obrera– los que, si bien atraían naturalmente a las personas de izquierda, no tenían originalmente ninguna relación particular con una interpretación marxista. A la inversa, cuando a partir de la década de noventa del (...)
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Manifiesto para la renovación de la historia
Del supuesto “choque de civilizaciones” a la muy real crisis social, de las angustias existenciales a los repliegues identitarios, todo lleva a relanzar los trabajos de los historiadores para comprender la evolución de los seres humanos y de las sociedades. En el curso de las últimas décadas el relativismo en historia ha armonizado con el consenso político. Es hora por el contrario de “reconstruir un frente de la razón” para promover una nueva concepción de la historia, a lo que invita uno de los más grandes historiadores contemporáneos, Eric Hobsbawm, de quien publicamos el discurso de cierre del coloquio de la Academia británica sobre historiografía marxista, pronunciado el 13 de noviembre.
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