Cerca de 450 muertos y más de 20.000 heridos entre el 1 de octubre y mediados de diciembre: las cifras son espeluznantes. Desde la plaza Tahrir, en el corazón de Bagdad, hasta las ciudades del sur de Irak, miles de manifestantes se rebelaron contra el Gobierno y las milicias que lo defienden. Reivindican el fin del sistema político vigente desde 2003, año en el que cayó el régimen del dictador Sadam Husein, tras la invasión del país por las tropas estadounidenses y sus aliados, en particular los británicos. El diálogo entre el poder y el pueblo parece haberse roto. Los secuestros y asesinatos de jóvenes militantes son frecuentes desde la matanza de la noche del 6 de diciembre, cuando 24 personas (20 manifestantes y 4 policías) acampados en un parking de varias plantas –lugar de concentración de los manifestantes– fueron asesinadas por milicianos no identificados.
Tras la dimisión del primer ministro (...)