En las elecciones legislativas checas de octubre de 2017, el partido del multimillonario Andrej Babis, magnate de la industria agroalimentaria y de la prensa, infligió un duro golpe a la clase política tradicional al obtener cerca del 30% de los votos (ningún otro partido superó el 12%). Cuando en 2011 fundó la Acción para los Ciudadanos Descontentos (ANO, acrónimo que en checo significa “sí”), Babis declaró que solo un hombre de negocios próspero, que no viniera de la política, podía remplazar a una elite corrupta. Dada su competencia, eficacia y fortuna, él encarnaba la solución. Era “suficientemente rico como para no necesitar robar”, según el argumentario puesto a punto por el exalcalde de Nueva York Michael Bloomberg o por el presidente ucraniano Petro Porochenko.
“No soy un timador”, nos decía durante una entrevista antes de las elecciones. “¿Los demás lo son?”, le preguntamos. “Sí”.
Aunque menos abiertamente demagogo o xenófobo que otras (...)