Un libro para tocar, a sangre, se decía en el viejo argot de los compaginadores. Una obra en la que el objeto foto y el acto de tirar una foto nos arrastran más allá de sus márgenes físicos para que las imágenes entren en relación con otros materiales impresos que son, asimismo, el signo de una dictadura interminable y aburrida que niega la existencia de la instantánea y, sobremanera, si la que dispara es una fémina.
Entrenada con y por entre la generación Aixelà, donde expone en 1971 la foto de su troupe Barcelona bajo el rótulo La Gauche qui rit (“La Izquierda que ríe”), formada con aquel grupo de fotógrafos que ocupó las calles para convertir la vida diaria en su motivo discursivo y las revistas en el lugar de las imágenes, la fotógrafa barcelonesa Colita (Isabel Steva Hernández) es carne de una generación que convierte su experiencia intersticial en (...)