La crisis desencadenada en Francia por la reforma del régimen de indemnización de los trabajadores temporales del espectáculo está, sin duda, lejos de resolverse. Porque más allá de las reivindicaciones específicas de esa categoría laboral, lo que se juega es el antagonismo entre el mundo de la creación artística y la lógica de la economía liberal, cuyo objetivo explícito es hacer triunfar, en la mayor cantidad posible de sectores de actividad, las supuestas «leyes del mercado».
La situación es conocida: ese estatuto especial, destinado a garantizar un ingreso mínimo a una profesión a menudo condenada al trabajo temporal, debería favorecer, prioritariamente, a los artistas y técnicos del espectáculo vivo (teatro, danza, ópera, cine, música). Sin embargo, ha sido progresivamente objeto de una extraordinaria desviación, que ha puesto en peligro el equilibrio financiero de las cajas de seguro de desempleo que soportan su carga: de ahí enadelante, las principales beneficiarias son las (...)