Uno de los factores potencialmente más perturbadores del orden internacional es, sin duda, la disolución de la antigua URSS, un fenómeno que apenas con dos excepciones (Amalrik y Carrere D’Encausse) nadie supo prever. La disolución de la URSS fue afrontada de manera opuesta por sus principales protagonistas: así, Gorbachov apostó por una solución federal, frente a la propuesta confederal de Yeltsin. Sobre la base del tratado 9+1 impulsado por Gorbachov, se alcanzó un acuerdo de cooperación entre la Federación Rusa, Bielorrusia y Ucrania por el que se creó el sucedáneo de la URSS que conocemos como CEI (Comunidad de Estados Independientes) aprobada en Minsk en 1991, extendida en Alma-Ata ese mismo año a las Repúblicas del Asia Central –Kazajstan, Armenia, Kirguizistan, Moldavia, Tayikistan, Uzbekistán, Turkmenistán y Azerbaiyán– y a la que se incorporó Georgia en 1993. Un especialista en Derecho internacional y relaciones internacionales, el profesor Blanc, nos ofrece en (...)
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La herencia soviética. La Comunidad de Estados Independientes y los problemas sucesorios.
Antonio Blanc Altemir
Tecnos, Madrid, 2004, 256 pp. 16 €
por Consuelo Ramón Chornet,
octubre de 2004
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