En un gigantesco edificio de cinco mil metros cuadrados, cientos de vacas que no pisarán nunca la hierba deambulan bajo grandes ventiladores-pulverizadores que giran silenciosamente. A intervalos regulares, pequeñas vagonetas recorren el caserío sobre sus raíles, circulando de un silo de almacenaje a otro, mezclando los alimentos y distribuyendo las raciones. En el establo, rebautizado como “estabulación”, las vacas van y vienen alrededor de cuatro imponentes máquinas rojas. Se trata de robots de ordeño. En cualquier momento del día o de la noche, atraídas por una ración de pienso granulado, se acercan a estos, dejando que las puertas se cierren a lo largo de sus flancos. El proceso está completamente automatizado: el robot comienza identificando la vaca gracias a su collar electrónico, y después detecta el emplazamiento de su ubre mediante una cámara integrada. Una vez liberada de su suciedad por un rodillo limpiador, esta es escaneada por un láser (...)
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ENTRE ORDEÑADORAS LÁSER E INGRESOS MISERABLES
La carrera infernal de los productores lácteos
Todos los días se suicida un agricultor, lo que convierte a esta categoría socioprofesional en la principal víctima de la epidemia de suicidios que asola Francia. Obligados a perseguir el aumento de la producción en una frenética carrera para compensar unos precios de venta miserables, los productores de leche se imaginan empresarios, pero viven como esclavos de los grandes grupos para los que trabajan.
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