“Cuando se pasa de los treinta años, ya no se puede realizar este trabajo. Se es demasiado viejo, el cuerpo no aguanta”, asegura Phan Duyen. Con 32 años, empleada de una fábrica japonesa de vino de arroz, está encantada de haber abandonado su puesto en la fabricación para acceder al de controladora de calidad. La encontramos con su marido y con siete de sus compañeros en su pequeña y coqueta vivienda al final de una callejuela, en una parte muy popular del distrito VII de Ciudad Ho Chi Minh (antigua Saigón). Todos confirman la dureza del trabajo en el que se produce según el sistema de “3 X 8”, con un sólo día de descanso a la semana. Demasiado poco para poder volver al interior, de donde vienen todos. Apenas suficiente para reponer fuerzas.
Sin embargo, nadie se queja. A imagen y semejanza de una sociedad con un dinamismo a toda (...)