“–¿Cómo ha subido usted?
–Con unas pieles de foca.
–¿Con qué?”
Con unos esquís a la espalda y un par de pesados zapatos a los pies, un esquiador de montaña se esfuerza penosamente por subir a pie la ladera de La Sure, en el norte del macizo de Vercors (Alpes franceses). Este escueto diálogo con un esquiador de fondo –que se desliza sobre unos esquís veloces y ligeros– pone de manifiesto la asimilación que han traído consigo un par de décadas de industrialización y mercantilización de los deportes de invierno. Porque, desde siempre, los esquís han llevado en las suelas pieles de animales: alce, reno, foca…
En los esquís modernos, este sistema antirretroceso se ha perfeccionado con materiales sintéticos, mohair y una capa adhesiva que permite retirarlo antes del descenso. El objetivo sigue siendo el mismo: ofrecer a los esquiadores de fondo de hoy en día, igual que antaño a (...)