Tras la caída de Lehman Brothers y el terremoto que destapó la gran estafa financiera, las fuerzas transformadoras europeas asistieron al espejismo de la revolución pacífica que despertaba en Islandia: dimisión del Gobierno, encarcelamiento de banqueros y políticos responsables de la situación económica, impago de una deuda ilegítima y proceso constituyente, participativo y transparente, que debía cambiar las reglas del juego. Las elecciones de abril de 2013, con la victoria de los partidos tradicionales islandeses contrarios al cambio constitucional, despertaron del sueño a cuantos continuaban viendo en la vía islandesa el modelo a seguir. No obstante, el caso de Islandia permite extraer toda una serie de lecciones para el desarrollo de procesos constituyentes en Europa.
Diego González Cadenas desarrolla aquí algunas de las más relevantes. El hecho de que en un momento determinado la hegemonía neoliberal sea puesta en duda no significa que, por arte de magia, se vaya a forjar (...)