El arresto en Nueva York, en mayo pasado, del ex director del Fondo Monetario Internacional Dominique Strauss-Kahn, y de un empresario egipcio, Mahmoud Abdel Salam Omar, ambos acusados de agresión sexual contra una camarera de hotel, llevó la atención del público hacia las relaciones de poder entre clientes y empleados en los hoteles de lujo. La indignación provocada por estos casos nos recuerda que el cliente no siempre es el rey, y que algunas prestaciones no están incluidas en la tarifa plana del hotel. En cambio, se ha hablado menos de las múltiples comodidades a las que el señor o la señora pueden aspirar de pleno derecho, a cambio de los cientos y a veces miles de euros que él o ella desembolsan por una sola noche, y del impacto de esos derechos señoriales sobre las condiciones de trabajo del personal. Doce meses de inmersión en el marco de una (...)
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A propósito del caso Strauss-Kahn
Grandes hoteles, amos y sirvientes
En la fachada, todo es orden y belleza. Entre bastidores, las manos no paran. Clientes prestigiosos y trabajadores de los hoteles de lujo: dos mundos que se rozan en una relación de extraordinaria desigualdad y de rutina profesional. Empleada a principios de los años 2000 como camarera, recepcionista y sirviente en dos hoteles de lujo estadounidenses, la socióloga Rachel Sherman analiza este teatro de la dominación.
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