“Hoy, en Francia, todavía es imposible decir que a uno le gustan las series de televisión”. Tal era la amarga constatación que, hace poco más de una década, formulaban Alain Carrazé y Martin Winckler, dos de sus más ardientes defensores franceses. Desde entonces, la situación parece haberse invertido. Las series invadieron la prensa, son objeto de coloquios universitarios y de obras que subrayan su profundidad filosófica. ¿Cómo explicar este repentino “retroceso de las prevenciones de los medios ilustrados con respecto a la televisión”?
Los orígenes de lo que ya se ha acordado en llamar la “televisión de calidad” se remontan a principios de los años 1970, cuando la aparición del reproductor de vídeo, de los canales de televisión por cable y del satélite puso fin al monopolio de las grandes redes estadounidenses (CBS, National Broadcasting Company [NBC] y America Broadcasting Company [ABC]) sobre la difusión en los hogares. Al dejar de (...)