“Conversión”, “giro”, “cambio rotundo”: para salvar las finanzas, satisfacer a la patronal y fastidiar a los trabajadores, François Hollande habría renegado de sus convicciones socialistas. ¿Y si en cambio el jefe de Estado hubiera manifestado una inflexible constancia?
“Reducción del coste laboral”, batalla contra las “profesiones colegiadas”, afirmación según la cual “el enemigo no es el empresario que invierte, exporta o crea empleos”, voluntad de “flexibilizar el mercado laboral”, “recuperación legítima de los beneficios”, declaración de que “la izquierda no ha permitido con maldad, o de manera premeditada, que las empresas cerraran o se redujera el poder adquisitivo de los franceses. Fue por lucidez”: estas consignas, tan familiares bajo la presidencia de Hollande, ya figuraban con todas las letras en un manifiesto coescrito hace casi treinta años por un joven jefe de gabinete consagrado a las más altas funciones.
En octubre de 1985, se publicaba La izquierda cambia, firmado por “Jean-François Trans”. (...)