Cuando en 2008 se dispararon los precios del petróleo (y también los del gas, los de las materias primas y los de los alimentos) el mundo comenzó a entender que el crecimiento de las potencias emergentes ejercería una presión sobre los precios no vista en los últimos treinta años. La tensión de precios se ha relajado relativamente debido a la crisis económica internacional, que ha recortado la demanda y secado los mercados financieros y de crédito, claves en la formación de los precios de los hidrocarburos. Sin embargo, a pesar de esta situación coyuntural es muy posible que la era de la energía barata haya llegado a su fin. Al mismo tiempo, ante la crisis se suceden las propuestas para lograr una revolución verde que permita al mismo tiempo reactivar la actividad económica, frenar el cambio climático y reducir la dependencia energética externa de los “peligrosos” países exportadores de hidrocarburos.
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