Mario Benedetti (1920-2009) fue tocado por el ángel de la masividad; vale decir, por el anhelo, la dicha y la maldición de cualquier escritor. Hay un perfil romántico –incluso aleccionador y vagamente compensatorio– del que están dotados la obra ignorada y el autor de culto minoritario. En cambio, la repercusión unánime abarata en la misma medida en que suscita un gesto de inocultable sospecha. Acaso por ello la crítica, en términos generales, ha oscilado respecto de Benedetti entre dos extremos poco aconsejables: la severidad condenatoria y la resignada complacencia.
El crítico Robert S. Thornberry señala: “Existe una tendencia lamentable a dejar que la simpatía o la aversión hacia el hombre y su leyenda mermen la facultad crítica”. En el caso de Benedetti, aversión y simpatía, hombre y leyenda, son categorías que se constituyen bajo la forma de una repercusión inédita respecto de la cual se pueden rastrear pocos antecedentes.
Integrante de la (...)