En septiembre y octubre, Recep Tayyip Erdogan surfeó la ola de los encuentros internacionales. El primer ministro turco visitó Egipto, Túnez y Libia, y fue recibido en Washington. Siguió fustigando a Israel, “el niño mimado de Occidente”; apoyó las revoluciones árabes; pidió a la Liga Árabe que votara a favor del reconocimiento del Estado Palestino por parte de las Naciones Unidas (“no es una opción, es una obligación”); puso en aprietos a los islamistas de Egipto al defender el laicismo. Todo esto con un activismo particularmente enérgico, dado que su política regional goza de un amplio apoyo en la opinión pública turca. No obstante, la prudencia y el pragmatismo siguen siendo de rigor: Erdogan también apoyó a Estados Unidos frente a Irán, cuando aceptó desplegar en su territorio un escudo antimisiles de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN); rompió con el presidente Bashar Al-Assad, quien se negó a (...)
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Asuntos delicados para el primer ministro Erdogan
El gobierno turco frente al desafío kurdo
Tras el terremoto que golpeó Van y su región en Turquía, el Partido de la Paz y la Democracia (BDP), prokurdo, apoyó los esfuerzos de solidaridad nacional. Pese al envío de tropas del ejército a Irak para responder a los atentados del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), el BDP pretende, del mismo modo que Ankara, preservar las posibilidades de diálogo para ser parte activa en un cambio constitucional.
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