¡Qué fácil escribir la crítica de un libro cuando se le encuentran referencias en historias precursoras, en el pasado literario! Lo malo es si uno no puede apoyarse en un modelo, un estilo o una historia referenciales. Es lo que nos sucede ahora con Rodrigo Rey Rosa, guatemalteco alejado de Asturias, de Carpentier y sus reales maravillosos, de García Márquez y su realismo mágico, del naturalismo social de Ciro Alegría. Mal se puede contar el argumento de sus obras, tan escasas de lugares comunes, palabreo innecesario, y desbordantes de silencio, de emociones que el autor pudo haber encontrado –¡ya está!– en el legendario Paul Bowles, que conoció y tradujo en sus años tangerinos.
En una ciudad innominada, sucia y polvorienta, hastiado de arrastrar una existencia aburrida, el dueño de una librería se había convertido en un ejemplar más de una especie abundante: el librero aspirante a escritor. Una clienta misteriosa (...)