A lo largo de su historia, Irán y Turquía han dado muestras de pragmatismo en sus relaciones bilaterales a pesar de su rivalidad y de intereses a veces divergentes (véase el recuadro). Sin embargo, las revueltas de la “primavera árabe” revelaron –y a veces crearon– profundos antagonismos. Desde el inicio de la crisis en Siria han surgido desacuerdos. Tras haber invitado (en vano) al Gobierno de Bachar el Asad a llevar a cabo reformas, Ankara –aunque cercana a ese país en el marco de su política de “cero problemas con los vecinos”– ofreció su apoyo a la oposición. Sin embargo, la visión de Irán al respecto, cuya estrategia en el Levante mediterráneo se asienta en Damasco, era muy distinta. Teherán apoyó al régimen y movilizó a sus aliados libaneses, entre ellos el Hezbolá, así como a otros intermediarios: milicias chiíes iraquíes y voluntarios chiíes provenientes de diversos países; estos últimos (...)
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El presidente Erdogan es un socio molesto
Ankara y Teherán, ¿aliados o rivales?
Las tensiones, reavivadas por la guerra en Siria y por el flujo de refugiados hacia Europa, oponen a Turquía de forma recurrente con su socio histórico alemán y con su ancestral rival iraní. Éstas podrían persistir a pesar de la dinámica de acercamiento diplomático entre Ankara y Teherán para conseguir un alto el fuego duradero entre todos los actores del conflicto sirio.
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