¿cómo no extrañarse ante el contraste entre las declaraciones de ciertos dirigentes europeos antes y después de la cumbre de Bruselas del 12 y 13 de diciembre?. Estaba previsto que bajo la dirección del jefe de gobierno de Italia, Silvio Berlusconi, la reunión del Consejo Europeo - que congrega a los jefes de Estado o de gobierno de los Quince actuales, más los de los diez países que ingresarán el 1 de mayo de 2004 - debía entrar en la historia con la adopción de un tratado, calificado de constitucional, elaborado por la Convención para el Futuro de Europa y que debía sustituir a los tratados anteriores. La expectación aumentaba y llovían las advertencias contra la eventualidad de un fracaso de la Conferencia Inter-gubernamental (CIG), de la que se suponía debía dar el golpe de gracia a la construcción europea. Pero a partir del sábado 13 de diciembre por la (...)
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Fiasco en Bruselas
Una Constitución que consagra la ley del mercado
Como empresa de alcance inédito, la construcción europea no podía dejar de tropezar con dificultades para su concreción. Pero, esquivadas por dos décadas de huida hacia adelante, esas dificultades chocan hasta el punto de llevar al estancamiento un proyecto que, sin embargo, suscita muchas esperanzas en el resto del mundo. El fiasco de la cumbre de Bruselas en diciembre de 2003 no es más que uno de los síntomas de ese hecho. La ampliación de seis a veinticinco miembros se ha llevado a cabo salteando la creciente inadecuación de los procedimientos de decisión. A modo de regalo de bienvenida, en mayo de 2004, los países más ricos congelarán sus financiaciones a los diez próximos nuevos Estados, todos más pobres que la media de la comunidad. Para Berlín y París es una manera de pagar con la misma moneda a los países del Este, que en la guerra de Irak se alinearon con Washington. El proyecto de Constitución, puesto en marcha lentamente, es sólo la aplicación continental de los dogmas de la mundialización neoliberal. Reafirma la subordinación de toda iniciativa de defensa común a la voluntad de Estados Unidos, precisamente en momentos en que la política exterior de ese país es más cuestionada que nunca. Sin aliento, sin perspectivas emancipadoras, la UE corre el riesgo de transformarse en simple gerente administrativo del reino del mercado.
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