¿Qué albergaban en su fuero interno esos autores del Nuevo Mundo para que se precipitaran hacia la vieja Europa que sus ancestros habían abandonado? ¿Nostalgia, deseo de raíces, necesidad de constatar que América es nueva y que Europa se está adormeciendo... o promesa de un desfase ficticio que permita narrar en un relato épico y burlesco ese largo periplo de Oeste a Este? Cuando, en 1878, Mark Twain (1835-1910) se embarcó con rumbo a Europa, ya no era un desconocido en la literatura y el periodismo. Había sido impresor, prospector, piloto de barcos a vapor en el Misisipi, e incluso había escogido un pseudónimo proveniente de la jerga de los barqueros: “Mark Twain!” (“¡marca doble!”), que significa que el río es lo bastante profundo para pasar. Escribió obras de teatro, entre otras A True Story (“Una historia real”), cuyo narrador es un esclavo: un primer intento de hacer oír una (...)
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Traspasar fronteras con Mark Twain
por Arnaud de Montjoye,
noviembre de 2017
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