La literatura juvenil, propulsada por un desarrollo editorial de dos siglos, defendida por aficionados e incluso militantes, se dinamizó en los años 1980-1990 gracias a una incontestable oleada de creatividad. Sus éxitos le han permitido desde entonces beneficiarse, no sin debates, de un reconocimiento simbólico hasta la fecha solo concedido a la “gran” literatura.
Pero también se ha convertido en un actor económico considerable: segundo sector editorial en Francia, un volumen de negocio en aumento (+ 5,25% frente a – 3,88% de la literatura llamada “general” en 2016). Queda lejos la época en la que el Salón del Libro y de la Prensa Juvenil de Montreuil, confiado a una asociación creada por el consejo general del departamento francés de Seine-Saint-Denis en 1985, pasaba por un valiente precursor y acogía una cincuentena de expositores. En 2016 eran 450 para 175.000 visitantes en un contexto de aumento de la producción: ficciones y documentales (...)