Zohra M., de 42 años, auxiliar de laboratorio, es soltera, como el 20% de las argelinas que viven en los centros urbanos (en 2010, alcanzarán el 30%). Vive sola en un edificio del centro de Argel, donde manos anónimas escriben regularmente estupideces en su buzón o su puerta. “El razonamiento de estos imbéciles es simple, suspira. Si vivo sola, significa que soy una mujer de costumbres ligeras. Gracias a Dios, tengo un hermano que viene a verme regularmente. Los que tengan intenciones de agredirme saben que hay un hombre en mi familia”.
Zohra M. se siente sin embargo obligada a ser discreta, y ni siquiera se imagina invitando a su casa a amigos y mucho menos a un eventual pretendiente. “Sería condenarme”, afirma, con el rostro impenetrable, recordando que las agresiones a mujeres solteras se han multiplicado desde hace algunos años sin que las autoridades públicas se inmutaran al respecto. Todo (...)