Soy de Redcar, una antigua ciudad industrial situada a orillas del Tees. Nunca habíamos tenido un diputado conservador. Sin embargo, aunque los Tories diezmaron nuestra industria, apagaron nuestros hornos de coque y cerraron los más grandes y antiguos altos hornos de Europa, Redcar votó a los conservadores el 12 de diciembre (...).
¿Por qué? Porque el Partido Laborista está dominado por burgueses... que nos odian. Se burlan de nosotros tanto como los conservadores. Que esto lo hagan los conservadores no nos sorprende. (...)
La clase obrera no es intolerante. No me importa cuál sea su raza, religión u orientación sexual. (...) Pero desde que salieron los resultados de las elecciones, los burgueses progresistas nos atacan y nos acusan de ignorantes, estúpidos y racistas. Nos explican que nos hemos disparado en un pie. (...) Salen a las calles de las grandes ciudades para denunciar el resultado de una votación democrática y corean “Oh, Jeremy Corbyn”. ¿No se dan cuenta de que Jeremy Corbyn odia a la Unión Europea tanto como nosotros? Son ellos los eurófilos, no él, quien se vio forzado por su partido a defender una posición que no era la suya. (...)
El Partido Laborista ya no representa a la clase obrera del noreste. Ya no habla ni piensa como nosotros. (...) Y nosotros ya no tenemos recursos para hacernos entender. Así que votamos al único partido que propuso respetar nuestro voto [en el referendo sobre la salida de la Unión Europea] en 2016. Elegimos la democracia y la dignidad de nuestras voces. Si un puñado de burgueses “progresistas” hubiera llegado al poder y conseguido un segundo referendo, habríamos perdido todo (...).
Nos martillean la cabeza con la idea de que hay que ser tolerantes con temas como la sexualidad, el género, la raza y la religión, pero cuando se trata de la clase obrera –blanca, negra, musulmana, cristiana–, toda discriminación es válida. Todas las instituciones están dominadas por la clase media progresista, que no deja de insultarnos, antes de escribir blogs interminables donde nos reprocha nuestro desamor por un Partido Laborista que ya no nos representa. (...) Cuanto más me insulta mi partido, más me reafirmo en mi decisión de haber votado a los conservadores.