Equidistante de Seúl, de Shanghai y del archipiélago de Japón, la pequeña isla surcoreana de Jeju ha sabido preservar su cultura ancestral, particularmente manteniendo el culto a los difuntos a través de rituales chamánicos cotidianos. Con sus acantilados de roca volcánica que se elevan como una fortaleza, dominando las aguas resplandecientes del mar de China Oriental, su lago de cráter y su circuito de galerías de lava, la isla fue incluida en el patrimonio mundial de la UNESCO en 2007. Últimamente, sus lagunas ya no atraen sólo a los turistas. También encienden la codicia de la industria del armamento, que considera su ubicación como ideal para la instalación de una base de lanzamiento de misiles. Pese a las protestas de sus habitantes, Jeju podría correr pronto la misma suerte que la isla japonesa de Okinawa.
En la península, las opiniones están divididas. El desarrollo de la industria de la defensa choca (...)