Al enumerar los beneficios de la “tercera vía”, algunos mencionan la creación del salario mínimo. Prueba de ello –dicen– es que se puede tener un estricto control de los desempleados (privados de indemnización si no aceptan el empleo o el periodo de prácticas que se les ofrece) y hacer de hada madrina con los pobres. Firmeza y generosidad, éste sería el nuevo cóctel de vitaminas de la izquierda socialdemócrata europea, carente de proyectos.
En realidad, el 1 de abril de 1999, dos años después de asumir el poder, Anthony Blair creó un SMIC a la inglesa cuyo aumento lo decide el Gobierno, y no la patronal. Pequeña revolución en el Reino Unido, este logro social no debería minimizarse. Además, cabe recordar que la mayoría de los países ricos disponen de un salario mínimo (incluso Estados Unidos) o de convenios colectivos de trabajo (como Alemania). En Francia, el SMIC existe incluso desde... (...)