“Nicaragua sandinista”. Las dos palabras iban unidas. En la década de 1980, América Central atravesó un periodo de revoluciones y de contrarrevoluciones. En 1979, los insurgentes sandinistas habían logrado derrocar al dictador Anastasio Somoza, que durante mucho tiempo fue calificado en la región como un “hombre de Estados Unidos”. Además, se adjudicaba a algunos dirigentes estadounidenses esta ocurrencia: “Somoza es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta” –una frase que el presidente Franklin Delano Roosevelt habría pronunciado en 1939 con respecto a Somoza padre y que el secretario de Estado Henry Kissinger habría retomado en referencia al hijo, dado que la dinastía “somocista” reinó entre 1936 y 1979–.
En efecto, la Guerra Fría se libraba entonces por medio de centroamericanos interpuestos. Un pavor recorría Occidente: según la “teoría del dominó”, el comunismo amenazaba con conquistar un país tras otro en sus “zonas de influencia”. La solidaridad internacionalista, por (...)