Hay que rendirse a la evidencia: aquí y ahora, vivimos bajo el control de una especie de “Imperio de la vigilancia”. Sin que nos demos cuenta estamos, cada vez más, siendo observados, espiados, vigilados, controlados, fichados. Cada día se perfeccionan nuevas tecnologías para el rastreo de nuestras huellas. Empresas comerciales y agencias publicitarias bucean en nuestras vidas. Ahora, “la Policía del Pensamiento vigila a todo el mundo, constantemente”, como escribía George Orwell en el año 1949.
En la era de Internet, la vigilancia se ha vuelto omnipresente y totalmente inmaterial, imperceptible, indetectable, invisible. Además, ya es de una extraordinaria sencillez técnica.
La vigilancia actual está de alguna manera “privatizada” y “democratizada”. Ya no es un asunto solo reservado a los servicios de inteligencia. Pero al mismo tiempo, las capacidades de los Estados han crecido de una forma exponencial, por las complicidades de los gigantes de las TIC.
De ello se benefician, en primer (...)