A menudo teñidas de una especie de ceguera voluntaria, las conclusiones que tanto la derecha como la izquierda sacaron de los “acontecimientos de los suburbios” de noviembre de 2005 parecen haber sido apresuradas. No se tuvieron en cuenta muchos y profundos estudios sobre la cuestión, ni tampoco se consideraron estos hechos en perspectiva temporal y en un contexto comparativo internacional. No resulta inútil, entonces, volver sobre dichas conclusiones, aunque sólo sea porque, en ausencia de explicaciones más sólidas, serán ellas los puntos de apoyo de las decisiones futuras.
De los distintos análisis franceses y extranjeros emergen tres enunciados: a) las revueltas de los suburbios quedan asociadas a las consecuencias étnicas, culturales y religiosas de las sucesivas olas inmigratorias, todavía no muy “integradas” (puntos de vista de Alain Finkielkraut o de Hélène Carrère d’Encausse, contra el de Olivier Todd); b) los disturbios responden a un “desastre familiar” que implica la necesidad de (...)