Durante el siglo ya transcurrido, sólo dos elecciones presidenciales cambiaron realmente de manera profunda el paisaje político estadounidense. La victoria de Franklin Delano Roosevelt en 1932, que permitió a los demócratas tomar la delantera durante toda una generación, y la elección de Ronald Reagan en 1980, que puso al país bajo la hegemonía republicana durante la mayor parte de los veintiocho años siguientes. Aun cuando es demasiado temprano para afirmarlo con certidumbre, el acceso de Barack Obama a la Casa Blanca marca tal vez el comienzo de un periodo otra vez propicio para los demócratas.
Es cierto que Obama sólo ha ganado por cerca de siete puntos (52,7% frente a 45,9%), lo que no representa un triunfo arrollador. Pero una victoria aplastante no necesariamente es el signo anunciador de un cambio social suficientemente profundo como para darle ventaja a un partido a largo plazo. En 1964, Lyndon Johnson aplastó a Barry (...)