Toda la crónica sobre la lucha contra el terrorismo se centra generalmente en las atrocidades cometidas por los grupos yihadistas, olvidando las perpetradas por las fuerzas gubernamentales que los combaten. Nigeria, el país más poblado de África, es un buen ejemplo de ello. Efectivamente, los responsables políticos y los medios de comunicación orientan sus interpretaciones hacia los crímenes, absolutamente reales, de la secta Boko Haram en el estado de Borno, a orillas del lago Chad: decapitaciones de militares, ejecuciones de trabajadores humanitarios, atentados suicidas, secuestros de niñas, etc. En cambio, se muestran mucho menos explícitos sobre los numerosos abusos cometidos por quienes "luchan contra el terrorismo": torturas en cárceles, violación de niñas en campos de desplazados, masacres y bombardeos de población civil en localidades como Baga, en abril de 2013, o Rann, en enero de 2017.
Los excesos de la lucha contra Boko Haram resultan difíciles de detectar, en la medida (...)