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Los pueblos de Europa reaccionan

La crisis de la deuda que barre a varios países europeos toma un giro inédito: nacida de la decisión de los Estados de tomar préstamos para salvar a los bancos, pone a poderes públicos exangües bajo la tutela de instituciones que no dependen del sufragio universal. El destino de los pueblos de Grecia, de Portugal y de Irlanda ya no se forja en los parlamentos, sino en las oficinas del Banco Central Europeo, de la Comisión Europea y del Fondo Monetario Internacional. ¿Hasta que converjan los movimientos sociales?

por Serge Halimi, julio de 2011

Económica pero también democrática, la crisis europea plantea cuatro cuestiones principales. ¿Por qué políticas cuyo fracaso era seguro se desplegaron, no obstante, en cuatro países (Irlanda, España, Portugal y Grecia) con una ferocidad remarcable? ¿Son acaso iluminados los arquitectos de esas decisiones, para que cada fracaso –previsible– de su medicación los lleve a multiplicar la dosis? En sistemas democráticos, ¿cómo explicar que los pueblos víctimas de tales recetas parecen no tener otra opción que reemplazar un gobierno que ha fracasado por otro ideológicamente gemelo y determinado a practicar la misma “terapia de choque”? Por último, ¿es posible hacer las cosas de otra manera?

La respuesta a las dos primeras preguntas se impone en cuanto uno se libera de la palabrería publicitaria sobre el “interés general”, los “valores compartidos por Europa”, el “vivir juntos”. Lejos de ser locas, las políticas implementadas son racionales. Y, en lo esencial, alcanzan su objetivo. Sólo que (...)

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