El yihadismo, fenómeno multidimensional, es ante todo una ideología global. Sus depositarios, a favor de la construcción intelectual que resulta de la desviación de conceptos, de símbolos y de imágenes de origen musulmán y europeo, pretenden ofrecer a los “creyentes” un nuevo comienzo, una nueva identidad y un nuevo modo de vida para triunfar aquí abajo y en el más allá.
En definitiva, una representación del mundo que da la certeza de pertenecer a algo más grande que uno mismo: el grupo de elegidos designados por Dios para restablecer la verdadera religión y reunificar la umma (la comunidad de creyentes) bajo la égida del califato –la monarquía universal islámica–, antes de lanzarse a la conquista del mundo y de obtener la salvación. Volver a trazar los orígenes y el desarrollo de los principales afluentes de la ideología yihadista permite comprender mejor su atractivo y su eficacia, de Saint-Denis a Karachi.
A semejanza (...)